jueves, diciembre 29, 2005

El barco en la botella




Desde siempre me han fascinado esas botellas con un barco dentro. Son una evocación marinera misteriosa y enigmática, especialmente para alguien que, como yo, nació y se crió tierra adentro. No vi el mar, ni barcos de los de verdad, hasta los 9 años de edad.


Pero creo recordar vagamente que antes, mucho antes (ni siquiera recuerdo donde), conocí esas botellas. Me imaginaba el trabajo minucioso que debería significar construir esas embarcaciones en su interior.

Además siempre tuve una corozanada íntima: alguien importante para mí habría de regalarme una de esas botellas. Si alguien lo hacía sería como un signo.


Pero a nadie se le ocurría tal regalo. Y si yo anunciaba ese deseo, y alguien pudiese así regalármela, se perdería -obviamente- el encanto genuino del asunto.


El azar ha querido, finalmente, que una de esas botellas haya venido a mis manos últimamente. Con todo lo que conlleva. Sin necesidad de pedirla y -lo más curioso- sin cociencia de ofrecérmela, quien lo hizo.


La vida es para navegarla.

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